martes, 26 de junio de 2007

Te gusta lo camp y no te culpo.

Conozco a alguien que encarna en su trabajo lo camp por excelencia. Si, su nombre y sus fotos eran lo que constantemente invadían mi mente al leer al texto de la afamada Susan Sontag. Hablo de lo camp expuesto al máximo, casi como una explosión.

Es el fotógrafo y director David Lachapelle quien me susurraba al oído “si, ese soy yo” cada vez que terminaba de revisar las descripciones de lo camp.

Porque si han visto sus fotografías sabrán a que me refiero. Su amor a lo no- natural es explícito y resaltado. La estética que ha creado y que envuelve la totalidad de su obra goza de ser lo más exageradamente artificial de nuestros tiempos. Todo eso con una dosis de cultura pop en abundancia.

Lachapelle ha retratado a las más afamadas estrellas de la última década, como es el caso de Pamela Anderson, Madonna, Marilyn Manson entre muchos otros.

En todos los retratos que realiza resalta exageradamente la teatralidad que pretende encarnar en sus personajes fotografiados. Les extrae lo más kitsch de ellos mismos y he ahí la gracia de la relación entre el artista y el retratado; existe una complicidad en esa experiencia de ridiculización y autoparodia seria, porque el artificio expuesto ahí es real, es parte del retratado.

Cabe destacar que las fotos de Lachapelle no tienen nada de inocente y he ahí una diferencia con el camp “ingenuo”. Aquí la estética triunfa en su momento de creación ya que se nutre de lo más pop de la cultura a la que apunta llegar. Es lo camp con intención, donde lo más destacable de su obra es mitificar al “personaje” bajo el alero de la vulgaridad y el culto al mal gusto.


Es por eso que Lachapelle no busca retratar a grandes personalidades que supongan una seriedad per sé. Sus personajes deben contar con esa capacidad de asumirse como cosa o producto, como parte de un juego de constante doble sentido, donde también prima la sexualidad.

Las fotos de Lachapelle están llenas de cuerpos desnudos, texturas complejas, colores eléctricos. Se exalta en cada rincón la armonía que toda la escena produce, una armonía estética que valora hasta el final lo más grotesco.


Se juega con lo extravagante todo el tiempo, se apasiona por glorificar todos los elementos elegidos para constituir el universo que se crea en las fotografías y se intensifica el culto al cuerpo humano en todas sus dimensiones.


Lachapelle constituye realidades para todos, nos sumerge en el deleite de reir de lo que más amamos y odiamos a la vez, y nos permite observar las escenas más superficiales jamás creadas pero sin ningún cargo de conciencia, porque él las hizo por nosotros. Aquí el deleite con lo banal tiene cabida y se agradece.

www.davidlachapelle.com

Valentina Montalvo A.

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